Una
interesante entrevista a un Obispo de México
RAÚL VERA OBISPO
(MÉXICO)
Raúl
Vera (Acámbaro, Guanajuato, 1945) es el obispo más amenazado de México. Un
prelado que ha salido vivo de más de un atentado y cuyo trabajo en favor de los
desaparecidos, migrantes, menores, indígenas, prostitutas y parias de todo tipo
le ha granjeado odios feroces, incluido la letal enemistad del narco. Pero las
amenazas no parecen hacerle mella.
Durante
mucho tiempo, Raúl Vera ha sido la oveja negra, el díscolo, el anticuado
izquierdista, hasta que el terremoto ideológico provocado por la llegada
de Francisco a la cátedra de San Pedro ha insuflado nueva fuerza a su voz.
Ahora, los otros obispos se giran para escucharle.
Pregunta. ¿Qué
le aconsejaría visitar al Papa cuando venga a México?
Respuesta. Pues para empezar, que conociera la ruta
de los migrantes. También le haría visitar una cárcel, porque a él le gusta ir
a las cárceles; lo llevaría a los suburbios de una ciudad grande, porque él
dice que tenemos que ir a la periferia. Le organizaría una visita de acuerdo
con lo que él está pidiéndonos que atendamos. Y haría que quienes estén en
primera fila sean los indígenas, sean los pobres..., porque eso no se hace,
poner delante a los pobres...
P. Hace
poco bautizó a la hija de una pareja lesbiana. ¿Qué piensa de la
homosexualidad?
R. La
homosexualidad, ay... es un tema al que nos hemos negado. Los que dicen que el
homosexual es un enfermo, son los que están enfermos. Tengo un amigo que fue sacerdote
y que es homosexual. Él dice que no reconocer a los homosexuales es como medir
por las normas del rugby a los que juegan al fútbol, y luego decirles además
que están violando las normas. La Iglesia tiene que acercarse a ellos no con
condenas, sino con diálogo. No podemos anular toda la riqueza de una persona
solamente por su preferencia sexual. Eso es enfermizo, eso es no tener corazón,
es no tener sentido común.
P. ¿Y con el
aborto no pasa lo mismo?
R. En el
aborto pienso como piensa la Iglesia, que eso es un asesinato. Las diferencias
están en cómo se trate, cómo se penalice. El aborto, como el matrimonio entre
los homosexuales, nos ha servido de subterfugio para decir que tenemos moral en
la Iglesia. Pero no somos capaces de defender los derechos de los obreros. Es
muy fácil ir contra una mujer abortista, no tiene problema y además nos apoya
la ultraderecha conservadora. Mire, aquí hubo una campaña nacional contra el
aborto, a favor de la vida. ¿Y yo qué hice? Organizar rosarios por todo el pueblo
para meditar sobre la defensa de la vida de los migrantes, la defensa de la
vida de los mineros, la defensa de la vida de las mujeres y la defensa de la
vida del no nacido. Pero somos unos hipócritas... Parecería que las únicas
reglas morales fueran condenar a los matrimonios homosexuales, condenar a las
abortistas. Y ya con eso, ya somos cristianos perfectos.
P. ¿Legalizaría
la prostitución?
R. No,
eso sería legalizar la explotación femenina. Yo creo en la dignidad de las
mujeres. La prostituta es una mujer sumamente dañada, pero jamás debe perder su
dignidad y el derecho al respeto. Estamos llegando a límites espantosos en el
fenómeno de la trata y la explotación.
P. ¿Es usted socialista?
R. No me considero socialista. No he leído a
Marx, no he militado en el socialismo, y nunca me gustó la tesis de la
conversión en dictadura. Todos tenemos los mismos derechos y la misma dignidad,
pero también tenemos libertad. Ahora bien, nunca he apoyado los métodos del
capitalismo, Dios me libre. El verdadero sentido de la vida es la comunidad, el
cuidado de los débiles y la participación en los bienes de la tierra por igual.
Todo eso lo he aprendido del mundo indígena, de los pobres y los campesinos.
Ellos me han enseñado el valor de la vida humana y también su capacidad para la
alegría. Ellos me han enseñado a reír.
P. Usted se ha enfrentado al narco públicamente,
¿teme por su vida?
R. En Chiapas aprendí que había que arriesgar
la vida si uno quería ponerse del lado de los pobres. De otro modo, no hubiera
podido quedarme ahí mientras los paramilitares mataban a esos hermanos
catequistas.
P. ¿Y
aquí en el Estado de Coahuila, que es territorio de Los Zetas?
R. He aprendido que para defender la vida humana
tienes que poner la tuya de por medio. No hay otra manera de ser pastor.
P. En México hay oficialmente más de 13.000
desaparecidos; en Coahuila, 1.800. Solo en dos pueblos del norte, los narcos se
llevaron en pocos días y a plena luz a 300 personas sin que las autoridades
hiciesen nada. ¿Qué cree que está pasando?
R. La impunidad ha permitido que eso suceda.
La desaparición viene acompañada de la eliminación de todo indicio que permita
la persecución: hacen desaparecer las personas y luego los cuerpos. Y todo se
vuelve hipotético, porque nadie sale vivo. Y si alguien se separa de esos
grupos, es persona muerta. En el caso de Allende lo hicieron a la luz del día,
sin que hubiera la más mínima reacción de autoridades.
P. ¿Y
no sería una solución para acabar con el narcotráfico legalizar las drogas?
R. No va a ser la solución.
P. ¿Por qué no?
R. Absolutamente no. Las drogas van ligadas a
la depreciación de la vida humana. La descomposición del hombre no viene de la
droga; a la droga se va, igual que se va al alcohol, por otra cosa. Para unos
la vida no tiene sentido y la necesitan para vivir el sinsentido, y hay otros
que no tienen ni dónde caerse muertos. Legalizando la droga no se soluciona el
problema por el que la gente se droga. Y bastaría con prohibir unas para que
descubriesen nuevas.
El
obispo Vera lo dice suavemente. A sus 69 años se le ve tranquilo. Acabada la
entrevista, se dirige a su despacho, repleto de libros, a cambiarse de
vestiduras. Al lado está su habitación. No le importa que se mire dentro. Con
su ordenador y la mesa desordenada parece el cuarto de un universitario,
excepto por la cama, mínima, vieja y sin colchón, de fraile dominico.
Jan Martínez Ahrens
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por participar.