Escribe:
Paco Mira
CUANDO
TE LEVANTAS, ¿NO LO VES?
Dice el evangelio de este fin de
semana que Jesús se sentó junto al lago. Me resulta curioso cómo, a veces, el
evangelio nos da pequeños detalles que pueden parecer insignificantes y que sin
embargo dan muestra de cómo era ese tal Jesús de Nazaret. Pensamos siempre en
su divinización más absoluta, pero no nos olvidemos que también era humano como
nosotros, que caminaba, que tosía, que…. se sentaba junto al lago.
Sentarse junto al lago, supuso hacer
un alto en el camino. Supuso, salir de su casa, porque le apetecía, y parar.
Nosotros quizás muchas veces necesitaríamos salir y parar, salir y sentarnos,
no sé si junto al lago, pero a lo mejor sentarnos con el ancianito, con el que
está en el paro, con la mujer que tiene que luchar para sacar a sus hijos
adelante, con el hombre que se ve incapaz de dejar la bebida porque los
problemas le acucian… debemos sentarnos junto a tantos lagos de la vida….
Quizás, ahora que ya se acaba el
mundial, ¿cuántas veces no nos hemos levantado para compartir con otros… el
fútbol!. Quizás yo el primero. Pero, a lo largo de la vida, ¿cuántas veces nos
hemos levantado para compartir con otros nuestro y su tiempo?. El que siembra
es el que se levanta y sale, no el que se queda parado y no gasta su tiempo en
la tierra. La tierra siempre es agradecida, pero hay que darle tiempo al
tiempo. La tierra no te da la respuesta sobre la marcha, al contrario, parece
que juega al despiste, y aún así a veces no obtenemos la respuesta que
quisiéramos, pero obtenemos respuesta.
Levantarse y salir. Salir y sentarse
junto al lago, es contemplar la maravilla de Dios en todo su esplendor: sus
hijos – nuestros hermanos -, la tierra de la que nos sostenemos y que tenemos
la obligación de cuidar, en definitiva es ver la obra maravillosa de nuestro
Padre y es verle a él, por eso comenzaba preguntando, cuando te levantas, ¿no lo ves?. Sentado junto al lago, ¿no vemos
constantemente las maravillas de Dios?.
A veces somos como los sembradores
que esperamos que la semilla siempre caiga en tierra buena. Pero lo mismo que
no sabemos ni el día ni la hora, tampoco sabemos, cuando esparcimos, dónde va a
caer. Pero sí tenemos la certeza que cae, que alguna cae en tierra buena y
porque también exista quien caiga en tierra pedregosa, no por ello vamos a
dejar de sembrar. Nunca nos cansemos, a tiempo y a destiempo.
No quisiera acabar estas letras, sin
acordarme de la gente del mar. El 16 es su día glorioso, es el día en que de un
modo especial, nuestra Madre, los cubre con su manto. Una profesión y una
vocación, la de marino, dura, arriesgada, peligrosa y compleja. Una profesión y
una vocación también llena de fe. No habrá un marinero que no lleve en el pecho
a su querida Virgen del Carmen.
Los marineros saben cuando salen,
pero quizás no sepan cuando vuelven. Sin embargo ellos si saben, cuando salen,
mirar al horizonte y este se llena de esperanza, por muy adversas que sean las
condiciones metereológicas. Una esperanza en poder llenar su barco, esperanza
en la vuelta y esperanza en volver a salir a faenar y esperanza en que
normalmente quien le espera en el puerto, llena su vida. Una esperanza que
también en el mar se da, y es que el que siembra recoge, casi como el
sembrador.
Sembremos, por muy áridos que sean
los terrenos. Sembremos que ya recogeremos, pero no sembremos por obligación,
sino por convencimiento de que la semilla que llevamos en el interior de
nuestro corazón, es la mejor semilla que podemos llevar.. Aprovechemos para
sentarnos junto al lago y ver y contemplar la maravilla de Dios. Quizás estés
hablando ahora mismo con él, pero, como no tenemos tiempo a sentarnos, pues… no
lo vemos.
Por cierto, este fin de semana se
acaba el mundial, pero la vida continúa.
Hasta la próxima.
Paco Mira
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