Escribe:
Paco Mira
NUESTRO
CORAZÓN, A VECES,
NOS
JUEGA UNA MALA PASADA.
El
DE JESÚS NO.
Y la prueba más evidente la tenemos
la semana pasada en el encuentro de la UD Las Palmas y el Córdoba. El éxito, la
recompensa a un esfuerzo de nueve meses estaba a punto de cumplirse. Sin
embargo el corazón pudo más que la cabeza. Y precisamente ese corazón que ha
sufrido, ese corazón que nos ha hecho emocionar en más de una tarde, ese
corazón que nos ha dado algún susto, incluso hospitalario, nos ha jugado una
mala pasada. Si no hubiésemos saltado al campo, igual…. No hubiese pasado lo
que pasó. A veces hay que decirle con la cabeza fría al corazón caliente, que
las cosas no funcionan con latidos.
Es un poco la fiesta que celebramos
este fin de semana. Pedro y Pablo. Si ellos me lo permiten, dos grandes monstruos
de la fe, del testimonio de la fe; es la fiesta de dos figuras claves dentro de
la historia de la Iglesia. Es la fiesta del testimonio, es la fiesta de la
expresión de la fe en su máxima altura. Quizás hoy sería nuestra fiesta de
recordatorio; a veces recordamos, “¿te
acuerdas cuando….? Y la mente se nos
echa atrás y una sonrisa o una lágrima, aflora recordando aquello. Hoy nos
podemos preguntar, cuando fue nuestra caída
del caballo (que nunca hubo) o cuando fue nuestra confesión de fe que sí hubo.
Decía que es la fiesta del
testimonio del testigo, es nuestra fiesta, la fiesta de los que nos decimos
seguidores y testigos de un tal Jesús. Gracias a los que han reconocido a lo
largo de la historia que su corazón les ha fallado o les ha jugado una mala
pasada, es como en ciertos momentos de la vida, la historia ha ido avanzando,
ha ido caminando; gracias a los que se han dado cuenta que hay que rectificar,
es como se puede avanzar por veredas insospechadas y a veces contradictorias.
Pedro no ha sido una excepción,
igual que Pablo. Ambos son la imagen viva de los contrastes del cristianismo:
por un lado le defendemos a muerte, pero le negamos, canta el gallo, no
queremos que nos laven los pies, lloramos…Decimos que somos de él y dudamos
también de él; le confesamos como el Mesías y a veces le traicionamos; somos
valientes, nos metemos en el patio y cuando nos preguntan si somos uno de ellos
decimos que no, tenemos miedo, nos hundimos. Pero la fe que Pedro anuncia, no
es una fe de quita y pon, es una fe inquebrantable que ata a Jesús de Nazaret.
Ahora que muchos comienzan las
vacaciones de verano, es una oportunidad muy buena para demostrar que a pesar
de las ofertas que normalmente nos atan, hay otras, la de Jesús por ejemplo,
que nos libera, que hace que no sintamos vergüenza cuando le digamos a los
demás que en un ratito volvemos porque vamos a compartir la fe con otros que
sienten lo mismo que nosotros.
Pedro y Pablo, son una pareja válida
para cualquier mundial de la fe. Son una pareja que se faja con cualquiera de
los centrales más duros de la defensa más aguerrida. Son los baluartes típicos
de que a pesar de las adversidades el mensaje que les llama, merece la pena.
Ellos fueron el ejemplo de que el corazón no les jugó, al final, una mala
pasada. Ellos fueron fieles hasta el final, aunque este fuera trágico. Por
ello, como el salmo de este domingo, el Señor los libró, nos tiene que librar
de todas nuestras ansias. Pedro y Pablo, a pesar de las dudas, nunca dudaron de
la fiabilidad de un mensaje; Pedro y Pablo, son los caminantes que ante las
adversidades polvorientas de los caminos de la vida, siguen para llegar a buen
puerto.
Ojalá copiemos un poquito de Pedro y
de Pablo.
Hasta la próxima.
Paco Mira.
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