viernes, 6 de junio de 2014

¡COMO NO. PODEMOS. CLARO QUE SÍ!


Escribe Paco Mira:

¡COMO NO. PODEMOS. CLARO QUE SÍ!

            Y yo diría que no solo podemos, sino que debemos. Y es curioso como el hombre, nosotros, nos complicamos la vida en buscar y rebuscar palabras que definan nuestra actuación y nuestra actitud, cuando a lo mejor con la primera persona del plural del presente de indicativo de un verbo, solucionamos el problema.

            ¡Ay, cuantas cosas se pueden decir con podemos!. Da la sensación, y también sin darla, que es el fruto de un trabajo conjunto, es el fruto de un esfuerzo común, para poder conseguir aquello que llevamos tiempo anhelando, deseando y con la convicción de que se va a cumplir. Es un tiempo verbal que lo utilizan los deportistas; es un tiempo verbal que lo utilizan, los que trabajan por una causa común; es un tiempo verbal que utilizan los políticos; es un tiempo verbal que también nosotros, los cristianos “podemos” y debemos utilizar. Es una sensación de positivismo a tope.

            Es un tiempo verbal que políticamente se ha puesto de moda en muy poquito tiempo: en apenas cuatro meses, más de un millón de personas han confiado en una palabra que les ha inspirado confianza, ganas, ilusión… Es una palabra que no ha sido inventada, es una palabra que ha existido desde siempre, pero ¿qué ha tenido ahora que sí ha tocado la tecla y hasta ahora no lo había hecho?

            Me gustaría aplicarlo a nosotros, los cristianos. A esos que nos creemos que ya tenemos los deberes hechos desde hace dos mil años, pero que en vez de ganar adeptos, lo que hacemos es perderlos. Me gustaría aplicarlo a nosotros, los cristianos, que hemos talado árboles y árboles para escribir a lo largo de la historia importantes tratados de teología – hasta summas  theológhicas – ; me gustaría aplicarlo a nosotros los cristianos que hemos convocado concilios y abierto ventanas porque nos comían las telas de araña y el polvo – decíamos – no nos dejaba ver la claridad y seguimos con la oscuridad que impera en nuestra vida de cada día.

            Y este fin de semana el Espíritu vuelve a revolotear. Nos vuelve, con perdón, a cagar en la cabeza para sacudirnos y limpiarnos de nuestra propia suciedad. El Espíritu vuelve a revolotear para recordarnos que “podemos” seguir anunciando que el mensaje de Jesús no es un mensaje viejo, caduco y agotado a pesar del tiempo transcurrido. Un espíritu que nos vuelve a recordar que de vez en cuando hay que recargar pilas y con energía joven pregonar a los cuatro vientos que ese Jesús de Nazaret es un personaje que merece la pena seguirle y que cada día que pasa sigue teniendo más votos o adeptos.

            Es verdad que vivimos tiempos convulsos, tiempos de renuncia y de de abdicaciones, tiempos de los que no se libra tampoco la Iglesia (como el caso de Benedicto XVI), pero es el tiempo, son los tiempos de la Iglesia: de vaivenes, de tambalearse y casi de perder el equilibrio. Pero es un tiempo maravilloso, lindo, hermoso que nos tiene que servir para hacernos soñar, para volar, para transformar mi realidad y la que me rodea, que me tiene que servir para colorear la vida, para aplicar tonalidades maravillosas a un mundo, a veces, falto de color.

            Es tiempo de una Iglesia que tiene que ser alegre y no triste. Una Iglesia a la que la sonrisa de los que estamos en ella, sea una sonrisa contagiosa.

                Amigos, esto no es tarea de otros. Es nuestra tarea, es la tarea de los que nos consideramos amigos, discípulos y testigos de Jesús de Nazaret. Es tarea de los que creemos en una Iglesia que tiene fallos, pero que podemos ser mejores. Claro que podemos y debemos, y  no nos extrañemos de que otros lo hacen, nosotros también. Pero no por el valor de otros sino por el nuestro.

            Déjenme que termine con parte del himno de este día:
            Ven, Espíritu divino,
            Manda tu luz desde el cielo.
            Padre amoroso del pobre;
            Don, en tus dones espléndido;
            Luz que penetras las almas;
            Fuente del mayor consuelo.

Hasta la próxima.


Paco Mira

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