Escribe Paco Mira:
¡ÑOS,
PACO:
PUES CREO QUE FUI
UNAS CINCO VECES!
Hace poco, tuve que llamar a un
padre de un alumno por un asunto académico. En la conversación – casi como a
los discípulos de Emaús de la semana pasada – salió el tema de la Eucaristía.
No me pregunten por qué, pero salió. En la conversación el chiquillo comentó
que contando con la primera comunión, me comenta que había participado en la
eucaristía unas cinco veces. Lo dijo como una hombría, siendo un niño. Cuando
miro para el padre, el gesto no era menos elocuente: sonrisa en la boca y…
encima una palmadita en la espalda. Sobre la marcha, cambié el tema, casi me
vino a la mente el cerrar las puertas, como los discípulos, por miedo a….
Ahora estamos en plena vorágine de
las primeras comuniones. Ahora resulta, en este mes, que todos deberíamos ser
canonizados porque somos unos santos de primera. Ahora todo lo que diga o haga
el cura nos parece una maravilla… Y es curioso que cuando termine este vendaval
de fe, más de uno, por no decir la mayoría, respiran hondo, y exclaman, ¡por
fin!, casi como el alumno al que antes hacía referencia.
Perdonen que sea sincero, pero me da
pena que hagamos las cosas porque normalmente las hemos hecho. A veces pienso
que hemos entrado en una espiral rutinaria de la que no estamos convencidos. A
lo mejor es cuestión – cosa que no se – de dar carpetazo y empezar de nuevo, de
cero… igual eso significa hacerle caso al discurso de Pedro, en la lectura de
los Hechos de los Apóstoles, cuando les dice que tienen que convertirse.
Creo que no deberíamos de sentirnos
orgullosos del número de gente que hace la primera comunión; no deberíamos de
sentirnos orgullosos de lo que gastamos para que el día sea inolvidable para
nuestros hijos…Deberíamos de sentirnos orgullosos de que lo “que hemos oído y aprendido” nos va a
servir como norma para la vida en la que nos ha tocado vivir. Cuando un niño,
que ha hecho la primera comunión y delante de su padre se siente orgulloso y
este le apoya porque solo ha asistido cinco veces a compartir la fe con los
demás, era para decirle, lo siento usted se ha equivocado de puerta.
Hoy el pastor nos invita a
permanecer unidos para que no exista dispersión. Nos invita a entrar todos por
la misma puerta. Una puerta que ha de abrirse solo a los convencidos de que
este proyecto merece la pena. Un pastor que llama desde el convencimiento y no
desde el ritualismo. Un pastor que llama a cada uno por su nombre y desde su
situación personal. Un pastor que exige y pide una respuesta. Todos juntos
podemos lograr infinidad de cosas. Los rebaños unidos suelen vencer a los
enemigos.
La forma que tiene el pastor de
llamar es desde el anuncio de la Buena Noticia. Una buena noticia ratificada
desde la Pascua. La puerta no es fácil, la puerta, a veces, necesitamos
engrasarla y por eso nos pide que con frecuencia utilicemos el desatascador
llamado Evangelio.
El Pastor es el que acompaña, el que
está en los momentos buenos con los suyos, pero también en el momento de las
dificultades; el pastor es el que ríe cuando los vientos soplan favorables y
también derrama alguna lágrima cuando los vientos son contrarios. Los padres
han de ser como el pastor, han de ser los que acompañen desde el convencimiento
propio, porque así los hijos verán que la primera comunión no es algo especial,
es algo que se puede repetir y que merece la pena hacerlo. Si el padre de mi
alumno fuese consecuente, lo más probable es que el niño no dijese lo que dijo.
Amigos, en nuestras manos está que
la primera no sea la última, porque la A no es la misma que la Z. No hagamos
por ritualismo lo que tiene que ser desde el corazón. No importa el número,
sino que los que la hagan, sepan que el año que viene van a continuar.
Hasta la próxima.
Paco Mira
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