CARTA AL VIENTO:
Misioneros de la Unidad

Pero ahora, con el realismo que van dando los años, sé que eso no es tan fácil. Y me da pena, de verdad, que se haya perdido la ilusión o la ingenuidad, que sin duda es mucho más hermoso que el realismo… La ilusión, los sueños, las utopías son necesarias. Y vale la pena soñar con el día en el que los que creemos en Jesús no defendamos nuestras marcas (católico, protestante o lo que sea) sino a Jesucristo. A lo mejor lo que hay que conseguir es eso que sí existe ya entre algunas Iglesias: respeto mutuo, valoración y diálogo.
Eso mismo es lo que deseo para los miembros de una misma comunidad o Iglesia. Que los católicos, por ejemplo, cada uno con su forma de pensar, sus costumbres y su ideas, seamos capaces de valorar al otro, respetar la forma de pensar o de actuar del otro aunque sea muy diferente a la mía.
Sigo siendo optimista y creo que estamos en este camino. Que la Unidad en algunos aspectos no está tan lejos aunque haya que seguir dando pasos, aunque haya que reconocer los fallos históricos de cada uno y los fallos personales que a veces impide querer de corazón al otro que, en definitiva, es lo que importa.
Daniel, un niño de 12 años que está en la catequesis de síntesis de fe, lo tiene muy claro. El pasado domingo comentamos en la misa que este próximo domingo se celebra en nuestras parroquias el Día de la Infancia Misionera. Al salir de la iglesia me comentó que a él le gustaría ser misionero.
-¿Para qué quieres ser misionero, Daniel? Le pregunté.
Y él todo convencido me respondió que él quiere que toda la gente del mundo se quiera y se ayude, no importa donde viva y cómo sea. Y que para lograrlo él va a empezar ayudando donde sea necesario. Me lo decía con tanta seriedad que no pude menos que felicitarle y animarle a empezar ya a ser misionero.
Y cuando ya me quedé solo, pensé que mi sueño de que todas las Iglesias cristianas estén unidas, no es algo a lo que hay que esperar para más adelante o para cuando los líderes de cada religión se pongan de acuerdo. No es ninguna utopía incumplible. Como Daniel, hay que empezar ya. Rezar por la Unidad de las Iglesias y colaborar a que nos respetemos y nos valoremos es ya una forma de misión. Como Daniel, el niño de 12 años, ustedes y yo podemos hoy empezar a ser misioneros de la Unidad.
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