jueves, 17 de noviembre de 2011

ANÉCDOTAS PARROQUIALES

ANÉCDOTAS PARROQUIALES 


Algunos sacerdotes me han enviado estas anécdotas relacionadas con la Iglesia.
 Espero que les guste

Oración de los Fieles
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He sido durante quince años capellán y profesor de un colegio de
  Educación Especial.
Todos los jueves teníamos con las chicas deficientes una Eucaristía muy alegre y participativa.
A ellas les encanta cantar, salir con sus ofrendas y sobre todo hacer peticiones. Entre las muchas que solían hacer dos de ellas me hicieron partirme de risa.
Una dijo: "Pidamos por la Virgen, para que sea buena".
Otra petición fue la siguiente: "Por las moscas para que nos dejen en paz".
Otro día dándoles la comunión, llegó una de ellas puso la mano para recibir la forma, la puso después en su boca y al instante me dio una palmada en el trasero y me dijo. "Gracias, majo".
                         (Jesús Mª Pérez de Eulate)

Viva la generosidad
Estaba una vez yo en Roma en una misa en la capilla que los agustinos tienen al lado de la plaza de San Pedro, justo enfrente del Palacio del Santo Oficio. Como en muchas Iglesias, tenían un pobre en la puerta y pocas personas en misa.
A la hora del ofertorio la colecta, poca cosa, se deposita delante del altar en un cestillo de mimbre.
Hasta aquí normal...
A la hora de la comunión, el pobre se acerca a comulgar... y, con hábil rapidez agarra el cestillo con las monedas y empieza a correr por el pasillo de la iglesia...
El cura, más bien fornido, con el copón en la mano y en un perfecto español hace una serie de analogías atributivas acerca de la cualidad moral del pobre en relación con su cualidad caprina... mientras intenta golpearle su trasero con su pierna derecha, pero no da juego por el alba y medio se cae (por fortuna el copón no se derrama... )
Total que a gritos llama al sacristán, español también...
Sale el sacristán, con cierta cara de sorpresa: se da cuenta de la situación y agarra al pobre por detrás, lo zarandea, mientras suelta epítetos que herirían castos oídos...
Y para terminar recupera el cestillo ( del que no se habían caído las escasas monedas ) y le dice: ( esta vez en italiano ... ) ...” que te tengo dicho que no te lleves la colecta, que me la pidas a mi . “
(enviada por Rafael Castellano)
EL NIÑO
A mi amigo y compañero Dioni y a un servidor, nos mandó el Obispo a Montijo, con cuatro meses de diferencia. Yo llegué en Septiembre, el se incorporó a la otra Parroquia en Diciembre.
Para haceros una idea exacta: Dioni es bajito, como yo, muy moreno y con una voz ... “basta”, dura.  Es sábado, está celebrando la Eucaristía de la tarde.
De pronto, un niño de no más de 2 años, sube hasta el altar, agarra a Dioni del alba, y dice: “papa, papa”. Mi amigo Dioni, al mismo tiempo que le intentaba soltar la mano al niño del alba, contesta con la suficiente voz como para que se oiga por todo el templo: “niño, coño, ¡qué llevo aquí cuatro meses!”.
Sin Muerto
Estaba en Bruselas de capellán de emigrantes; a mi parroquia llegó un sacerdote para celebrar un funeral de un español conocido. (En Bélgica se entierran más o menos a la semana ya que el cupo y la hora para los empleados de los cementerios es sagrado, por eso han de esperar tantos días).
Nuestro amigo, que desconocía la costumbre local, se alargó en la predicación y se sentía a gusto hablándoles de lo que se sufre fuera de la patria y cómo venimos a morir fuera de nuestra tierra, etc., etc. Magdalena, la religiosa, y yo que escuchábamos tan erudita disertación, nos mirábamos y nos decíamos... se lo quitan, se lo quitan; y en efecto, entraron en el templo los cuatro mozos de la funeraria, elegantemente ataviados, hicieron caputflexión a la familia y cogiendo el ataúd salieron de la Iglesia.
La familia, tras unos segundos de duda, salieron a todo correr detrás de su difunto, el cura se quedó con los brazos extendidos y con una cara de idiota inmejorable; Magdalena y yo no pudimos aguantar la risa, el cura se volvió hacia nosotros y con voz solemne nos recriminó de esta manera: “¡Parece  mentira que vosotros os riáis de algo tan serio!”
Lo que hizo que aumentaran nuestras carcajadas.
Nuestro digno sacerdote se fue sin despedirse.
El Sagrario y el Correo
Tal y como me lo contaron lo cuento:
Un cura de un pueblo extremeño, cruza la plaza del pueblo, va con unos sobres en la mano.
Llega al buzón de correos, situado por allí, y los habitantes del pueblo que en ese momento están en la plaza, miran con cara de asombro, como el cura, tras entrar las cartas en el buzón, hace genuflexión y caputflexión ante el buzón.
Luego se retira como si tal cosa.
- La fuerza de la costumbre -

OTRA  ANÉCDOTA
Este mismo cura, en otra novena a la Viren del Carmen, cuando el organista picó las primeras notas del “Kyrie”, en vez de entonar el esperado “Señor, ten piedad”, entonó el Santo. Lo mejor fue que toda la asamblea le siguió y cantó el Santo entero. Yo me quería morir de vergüenza ajena, hasta me mareé; con la iglesia a reventar de gente, la novena a la Virgen y semejante metedura de pata …

Cuando se terminó de cantar el Santo, va el cura y dice muy tranquilo: “¿Qué mejor manera de comenzar esta eucaristía a Nuestra Madre del Carmen, que alabando a Dios, tres veces Santo? Y ahora, hermanos pidamos perdón al Señor por nuestras debilidades, cantando el Kyrie”. Y va y lo canta. 

Cuando pasamos a la sacristía y le comentábamos el mal rato, nos respondió: “es que me distraje un momento y me equivoqué, pero en el altar hay que equivocarse con unción y sin perder la compostura, así nadie se da cuenta”.

Y es cierto. “Yo estoy convencido –nos decía después- que el nivel de atención de la gente desgraciadamente es tan bajo, que si un día digo la misa y no consagro, la mayor parte de la gente ni se da cuenta.

Y por poco le pasa de forma accidental; diciendo una misa una tarde de verano, un amigo y yo observábamos como avanzaba en la plegaria eucarística y se acercaba más al padrenuestro ¡y no había consagrado! Serenamente y sin parar de decir las oraciones, volteaba las páginas del misal, pero no daba con lo que era, hasta que por fin se dio cuenta de lo que pasaba: por la humedad, dos páginas se había pegado. Tranquilamente las despegó y consagró y terminó la misa sin mayores sustos.

Y lo dicho, casi nadie se dio cuenta.

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