EL DIOS EN EL QUE NO CREO
(Un artículo de Juan Arias)
Yo nunca creeré en:
El Dios que condene la materia
El Dios que ame el dolor
El Dios que ponga luz roja a las alegrías humanas
El Dios mago y hechicero
El Dios que se hace temer o no se deja tutear
El Dios que se haga monopolio de una iglesia, de una raza, de una cultura o de una casta
El Dios que juega a condenar
El Dios que “manda” al infierno
El Dios incapaz de perdonar lo que muchos hombres condenan
El Dios incapaz de comprender que los niños deben mancharse y son olvidadizos
El Dios que exija al hombre, para creer, renunciar a ser hombre
El Dios a quien no temen los ricos a cuya puerta yace el hambre y la miseria
El Dios al que adoran los que van a Misa y siguen robando y calumniando
El Dios que no supiese descubrir algo de su bondad, de su esencia, allí donde vibre un amor por equivocado que sea.
El Dios que condene la sexualidad
El Dios para quien fuese el mismo pecado complacerse con la vista de unas piernas bonitas que calumniar y robar al prójimo o abusar del poder para medrar o vengarse.
El Dios morfina para la reforma de la tierra y sólo esperanza para la vida futura
El Dios de los que creen que aman a Dios porque no aman a nadie
El Dios que dé por buena la guerra
El Dios que pretenden que el cura rocíe con agua bendita los sepulcros blanqueados de sus juegos sucios
El Dios que negase al hombre la libertad de pecar
El Dios a quien le falte perdón para algún pecado
El Dios que aceptase y diese por bueno todo lo que los curas decimos de El
El Dios que ponga la ley por encima de la conciencia
El Dios que prefiera la pureza al amor
El Dios que no pueda descubrirse en los ojos de un niño o de una mujer bonita o de una madre que llora
El Dios que se case con la política
El Dios que aniquilara para siempre nuestra carne en lugar de resucitarla
El Dios que aceptara por amigo a quien pasa por la tierra sin hacer feliz a nadie
El Dios que al abrazar al hombre aquí en la tierra no supiera comunicarle el gusto y la felicidad de todos los amores humanos juntos
El Dios que no se hubiera hecho verdadero hombre con todas sus consecuencias
El Dios en el que yo no pueda esperar contra toda esperanza.
Sí, mi Dios es el otro Dios.
Juan Arias es periodista, filólogo, escritor y exsacerdote nacido en Arboleas, Almería (España) en 1932.Realizó estudios universitarios de teología, filosofía, psicología, filología y lenguas semíticas en la Universidad de Roma.
Fue corresponsal de El País en Roma y el Vaticano durante 14 años, donde cubrió entre otros eventos el Concilio Vaticano II. Acompañó a Juan Pablo II por todo el globo, escribiendo la crónica de sus viajes.
Actualmente, y desde hace años, es corresponsal en Brasil. Se ha ocupado además de las relaciones de dicho diario con las universidades y ha realizado tareas de defensor del lector. Ha sido asimismo responsable de Babelia, el suplemento cultural del periódico.
Es miembro del comité científico del Istituto Europeo di Design. Recibió la Cruz de Oficial de la Orden del Mérito Civil por el conjunto de su obra como periodista y escritor.
En 1985, fue galardonado con el Premio Castiglione di Sicilia (premio concedido por el ayuntamiento de esa ciudad siciliana y de gran prestigio en Italia) al mejor corresponsal extranjero y el Premio a la Cultura del gobierno italiano.
En su trabajo como filólogo, destaca su descubrimiento en la Biblioteca Vaticana el único códice existente escrito en el dialecto arameo que supuestamente habló Jesús de Nazaret, buscado desde hacía siglos.
OTRO ARTÍCULO SOBRE ESE DIOS
EN EL QUE NO CREO
Mucha gente dice, o por lo menos piensa, algo como esto: "Soy cristiano, pero ni Cristo ni el Cristianismo me llenan, creo que no me dan lo que necesito, esa religión no da sentido a mi vida, no me resuelve los problemas, no me hace feliz. Se me hacen tan pesados, aburridos e ininteligibles sus rezos, sus misas, sus sermones, tan tétricos sus confesionarios. El Dios de los cristianos es algo tan lejano, etéreo, tan inflexible en sus mandamientos y castigos y los cristianos seres tan aburridos, tan tristes, tan iguales a los otros, que para ser como ellos, yo prefiero cualquier otra cosa".
Estoy de acuerdo contigo. Si Cristo es un aburrido, un aguafiestas, un tipo tan exigente y poco simpático, yo tampoco lo quiero. Si la religión católica no es capaz de dar un sentido a mi vida, no da respuesta a mis dudas y problemas, si no me hace feliz, no me interesa. Yo no soy cristiano para dedicar mi vida a un Cristo de cartón, incapaz de hacerme feliz. Pero Cristo no es aburrido. El sí convence, el cristianismo sí da solución a los problemas, a todos los problemas, y sobre todo hace felices, muy felices a los hombres.
Cristo es la felicidad de los hombres, y puede por lo tanto ser también la tuya. ¿Dónde está el secreto? Esta frase lo puede indicar: "Aunque Cristo naciese mil veces en Belén, si no nace en ti seguirás eternamente perdido". Dicho de otra manera: hay que conocerlo, conocer al Cristo verdadero. Pero Cristo no se da regalado. Vale mucho, demasiado, y hay que luchar por merecerlo.Yo podría decirte, pero de memoria, que Cristo es el camino, la verdad y la vida. Que es tu salvación, que es la persona que tiene en su mano el secreto de tu felicidad, que es la persona que más te quiere del mundo, pero prefiero que no te lo digan de memoria, sino con su experiencia otros.
Cristo es la felicidad de los hombres, y puede por lo tanto ser también la tuya. ¿Dónde está el secreto? Esta frase lo puede indicar: "Aunque Cristo naciese mil veces en Belén, si no nace en ti seguirás eternamente perdido". Dicho de otra manera: hay que conocerlo, conocer al Cristo verdadero. Pero Cristo no se da regalado. Vale mucho, demasiado, y hay que luchar por merecerlo.Yo podría decirte, pero de memoria, que Cristo es el camino, la verdad y la vida. Que es tu salvación, que es la persona que tiene en su mano el secreto de tu felicidad, que es la persona que más te quiere del mundo, pero prefiero que no te lo digan de memoria, sino con su experiencia otros.
Tomemos cuatro ejemplos. El primero es Agustín de Tabaste, un hombre que buscaba, ansiosamente, apasionadamente, la verdad, la felicidad, pero siempre en sus propios caminos y nunca la encontró. Llegó a tal punto que un día caminando con sus amigos por una calle de Milán, encontraron a un borrachito haciendo eses, y uno comentó: "ese hombre es más feliz que nosotros"; nadie le contradijo. Nunca pensó encontrar aquella verdad y aquella felicidad, hasta que por fin un día a la fuerza tuvo que reconocer, que la única felicidad de su vida y de la vida de cualquiera era Cristo. Lo expresó con aquellas palabras: " Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón estará insatisfecho hasta que descanse en ti".
Tomemos el segundo caso: Pablo de Tarso, que odiaba a Cristo y a los cristianos y que los persiguió hasta la cárcel y la muerte. Pero aquel Cristo le hizo ver que era duro dar coces contra el aguijón, y le hizo caso. Cuando le preguntó, ¿Pablo porqué me persigues?, ¿qué quieres que haga? le respondió Él. Andando el tiempo, este hombre, antiguo perseguidor de Cristo y de cristianos, llegó a decir: "Para mi el vivir es Cristo, Cristo me amó y se entregó a la muerte por mi".
Ignacio de Loyola, para quien lo único importante en este mundo, eran las damas, la guerra y su reina, una bala de cañón le dijo la verdad cuando sitiaban la ciudad de Pamplona. Este hombre es el que compuso aquella oración tan conocida, "Alma de Cristo- santifícame, Cuerpo de Cristo- sálvame, No permitas que me aparte de ti".
Un cuarto ejemplo, Francisco de Borja, aquel guerrero, que estaba entusiasmado por defender a su Reina, la Reina de España, famosa por su belleza. Mientras guerreaba en Italia le avisaron que había muerto su Reina, y a uña de caballo, regresó, para ver si podía dar el ultimo adiós a quien había sido su ídolo de nobleza. Alcanzó a llegar en el momento de la sepultura y pidió permiso para abrir la caja y por última vez ver el rostro de su Reina. Aquel rostro tan hermoso en otro tiempo, estaba ya muy desfigurado y ante él dijo aquellas famosas palabras: "No volveré a servir a un Señor, que se me pueda morir".
Los que no oyen a Cristo, los que sienten indiferencia por Él, no son malos, simplemente, no lo conocen, como no lo conocían, Agustín de Tajaste, Pablo de Tarso, Ignacio de Loyola, Francisco de Borja, Teresa de Ávila y tantos otros.
El Dios que muchos rechazan también yo lo rechazo. Pero a mi Dios no lo rechaza nadie. Porque nadie rechaza el amor, la felicidad, la plenitud. Dios es la Plenitud, la Felicidad, porque Dios es el Amor.
Los que no oyen a Cristo, los que sienten indiferencia por Él, no son malos, simplemente, no lo conocen.
Autor: P. Mariano de Blas
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