martes, 5 de julio de 2011

Carta al viento: Las Monjas de Tamaraceite

Carta al viento: Las Monjas de   Tamaraceite

(En la foto, las dominicas Elena, Raquel y Aquilina hablan en la iglesia con el obispo. Al lado, Agustinito el sacristán)
Estoy en la mesa de mi escritorio intentando contestar a Paco Mira, buen amigo,  que quiere que escriba unas palabras sobre lo que para mí significa el fin de curso. Tú sabes, Paco, que las despedidas son casi siempre tristes. Despedir es decir adiós  a personas, o acontecimientos vividos que han marcado una etapa de tu vida. A mí me cuesta mucho despedirme de un amigo o incluso  de un paisaje. Cuando uno despide un curso como este que está ya prácticamente terminado, dice adiós a muchos momentos y a muchas personas que pasaron por la vida de uno y dejaron una marca. 
            Y si te hablara de lo que despido en este verano, tengo que contarte   con emoción y con nostalgia de al menos tres personas muy significativas para Tamaraceite que ya no estarán el próximo curso con nosotros. Aquilina, Elena e Inmaculada  son tres religiosas dominicas que han estado muchos años, día a día, dedicando tiempo a los vecinos de Tamaraceite. Ellas, las monjas  como solemos decir, vinieron hace ya más de diez años con la idea clara de servir generosamente  a este pueblo. Y lo han cumplido con creces. Se comprometieron a hacer suyas las ilusiones, alegrías y penas de los vecinos  y lo han hecho con sobresaliente. Y si no, que diga Aquilina a cuántos enfermos ha acompañado, a cuántas familias ha ofrecido cercanía y esperanza. Pastoral de la Salud, la atención espiritual a los enfermos recobró con ella un empuje que difícilmente alguien puede igualar.
             O pregunten a Elena qué sabe ella de los jóvenes del pueblo. Seguramente es ella una de las personas que más conocen este mundo joven de Tamaraceite porque no ha hecho cosas para ellos, sino con ellos.  Gracias a ella y a otras Hermanas de la misma congregación como Raquel o Ester o Carmen, además de la profesora Conchi Moreno, nació el proyecto Ponte en Marcha  todo un referente de cómo se debe trabajar con la juventud.
Inma fue la última dominica en incorporarse a la comunidad que ahora dice adiós. Y en este tiempo que lleva con nosotros le ha tocado  compartir el sufrimiento de las personas  más empobrecidas de la zona. Inma  ha vivido en presente, con nombres y apellidos, las consecuencias de la crisis económica, siempre codo con codo con los voluntarios de Cáritas.
     Y ahora Inma, Elena y Aquilina, recogen sus pocas pertenecías personales y cierran esta comunidad de Hermanas, quizás por la falta de vocaciones, aunque durante su estancia aquí surgieron dos vocaciones canarias para la Congregación: Soraya y Esther.
¿Ves, Paco cómo despido este curso? Con mucha pena y por la marcha de las amigas dominicas  y con mucha esperanza, tanta como pena, de que no pasen muchos cursos, muchos años más, sin verlas de nuevo por aquí , ojalá que con el mismo  espíritu de integración, de trabajo, de ilusión, optimismo y fe.
Gracias, queridas e inolvidables Hermanas dominicas. Aquí, en esta tierra y en este pueblo, se les recordará siempre con el cariño que también ustedes han sabido darnos. Y díganle a sus superioras que aquí se les va a echar mucho de menos, que su despedida sea sólo momentánea aunque el dolor de la separación no disminuya mucho.
¡¡¡Gracias por tan formidable labor!!

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