viernes, 1 de octubre de 2010

CARTA AL VIENTO. SANTA TERESITA, SAN FRANCISCO DE ASÍS...

CARTA AL VIENTO 
SANTA TERESITA, SAN FRANCISCO DE ASÍS...


Hay personas  que se chiflan por un santo. No me parece mal. Yo soy de esa generación en la que nos enseñaron a mirar menos a los santos y más a Jesús y a María. Pero toda regla tiene su excepción. Hay unos cuantos santos, no muchos, por los que tengo una gran admiración, me chiflan, y daría lo que fuera por parecerme un poquito a ellos.
Cuando empieza un nuevo curso en la parroquia, hay tal cúmulo de actividades, reuniones, encuentros y  planificaciones,  que se pierde uno en un bosque del que no se sabe salir. Y entonces empieza uno a buscar todos los recursos posibles:  un libro de ayuda, una página en Internet, una persona que eche una mano, o un santo que nos saque las castañas del fuego. Dicen que se acuerda uno de santa Bárbara cuando truena. Yo no me acuerdo de Santa Bárbara, pero sí  que reclamo la paciencia del santo Job o la fuerza y pasión de san Pablo.  
     Pero si fuera a quedarme con dos santos, una se llamaría  Teresita de Jesús (hoy celebramos es su día) y otro San Francisco de Asís (Su fiesta es el próximo lunes). Dos santos de este mes de octubre que , con su vida,  hablan de sencillez, de humildad, de oración,… verdaderos recursos para uno comenzar el trabajo pastoral con alegría, para no desanimarse ante las dificultades y para sentirse feliz como cura, como catequista, como cristiano.
   Hace unos años, haciendo senderismo por la isla de Gran Canaria me tropecé con un grupo que hacía la misma ruta. No nos conocíamos de nada pero empezamos a hablar. Uno de ellos, le llamaban Paco, dijo en un momento:
-Yo no soy creyente, pero tengo en mi casa un cuadro y un libro que hablan de un santo: de san Francisco de Asís. Me gustaría ser como él, afirmó.  Y empezó a recordarme detalles que yo no sabía del santo de Asís: de su amor a la naturaleza, de su respeto a todo ser viviente, de su cercanía a Dios a través de las flores y los animales, de su amor a la pobreza, de su sabiduría… 
     Ciertamente que hablar de santos como Francisco de Asís es hablar de  de naturalidad, de sinceridad, de contemplación, de oración… No, no me gusta la gente rara y mucho menos los santos raros, esos que nunca rompieron un plato, de los que se cuentan cosas extrañas, costumbres enfermizas, que se pasaban el día haciendo milagros o hablando cosas ininteligibles para el resto de los mortales.  Me gustan los santos que se equivocaban, que tenían fallos, que discutían y pedían perdón. Santos de carne y hueso a los que uno puede tratar de tú a tú, de los que uno puede aprender. No me gustan los santos a los que se le reza sino los santos a los que uno puede intentar imitar. No me gustan los santos que se ponen “de moda” ni los santos “milagreros”. Me gustan los santos a los que uno mira y  escucha que te están diciendo:
-También a mi me costaba rezar y aguantar a determinadas personas. -También a mí me costaba perdonar y descubrir que Dios está siempre entre nosotros. Me costaba pero me esforcé.
   Entonces uno piensa. Oye, si Teresita de Jesús soportó su enfermedad y la incomprensión de muchas de sus hermanas religiosas; si San Francisco de Asís tuvo problemas con su obispo y con sus hermanos cristianos, si le era difícil deshacerse del ruido y se iba a orar en medio de la Naturaleza; si no se dejó vencer por el cansancio, la desgana o la apatía… eso quiere decir, que también yo puedo.
     La devoción por el santo de Asís me la transmitió un no creyente. Ahora a mí me gustaría también transmitir mi estima por San Francisco a todos ustedes los oyentes, creyentes o no. Me gustaría convencerme  a mí y a otros de que los santos no están solo para que intercedan a Dios por nosotros, que para eso están también, sino para imitarles y continuar como ellos el camino de Jesús. Por eso, permítanme hoy acabar uniendo mi oración a la de san Francisco cuando decía:
Señor, hazme un instrumento de Tu Paz .
D
onde hay odio, que lleve yo el Amor.

D
onde haya ofensa, que lleve yo el   Perdón.
D
onde haya discordia, que lleve yo la Unión. 
Donde haya duda, que lleve yo la Fe.
D
onde haya error, que lleve yo la Verdad.
D
onde haya desesperación, que lleve yo la Alegría.

D
onde haya tinieblas, que lleve yo la Luz.
Maestro, que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar;
ser comprendido, sino comprender;
ser amado, como amar.

Porque es:
Dando , que se recibe;
Perdonando, que se es perdonado;
Muriendo, que se resucita a la
Vida Eterna.


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