SABOR AGRIDULCE

El fin de semana fue dulce otra vez. Disfruté con el Día del Vecino en Santa Cristina. Qué buena organización y qué buen ambiente entre los vecinos del municipio. Ese día me sentí de Agüimes. Creo que voy a solicitar la "doble nacionalidad": de Ingenio y de Agüimes, quién me lo iba a decir en aquellos tiempos en los que los niños nos insultábamos con lo de lagarteros y lo de cochineros y que tanto nos dolía.
Por la noche del mismo sábado me tocó hablar de san Juan Bautista de la Salle en Agüimes. Y disfruté hablando de él y recodando mis dos años en el colegio Jesús sacramentado cuando cantábamos aquello de "Tremolando la bandera, galopando el corazón, el Colegio de La salle entonemos la canción... Hice alusión, claro, al himno, al Hermano Tomás Jesús que me dio el empujoncito necesario en lo vocacional, y a la labor de los Hermanos y de la Asociación. Disfruté todo el tiempo amasado con un poquito de nerviosismo porque predicar del santo de La salle me pedía contar algo de mi experiencia personal.
Y el domingo, ayer, tampoco apenas nada agrio, porque nos fuimos a Teror desde las muy queridas parroquias de aquí y compartiendo con los buenos e inolvidables amigos de Tamaraceite. Salvo la lentitud de la comida, creo que a todo hay que ponerle sobresaliente: el número de participantes, la presencia de niños y jóvenes, la misa, el baile, los encuentros, las rifas... todo.
Creo que lo dulce es mucho más. Pero ahí quedan, para avisarnos de que el camino no es siempre de rosas, la enfermedad, la negación a la fiesta del Carmen en Arinaga, la falta de entendimiento entre algunos catequistas o entre algunos curas con su obispo y algunos hijos con sus padres. Son las piedrillas que encontramos de camino hacia Teror, en el Camino de la Vida. Es el sabor agridulce.
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