lunes, 17 de mayo de 2010

DIARIO DE UN CURA. Lunes 17 de Mayo 2010

SABOR AGRIDULCE

No puedo decir que me gusta el sabor agridulce. Pero en la vida uno tiene que acostumbrase a él aunque  lo agrio nunca acabe de gustar. Pero lo dulce acaba empalagando, a pesar de que uno ande siempre buscándolo. Cuando me pongo a escribir estas páginas intentando leer lo que aparece escrito en el alma, me surge siempre la misma dificultad: No se puede decir ni todo lo bueno no todo lo malo. La verdad siempre tiene parecido sabor. El jueves supe que a Don F. también le duelen las críticas y que las heridas le tardan en curar. Al fin y al cabo está hecho de la misma materia humana y así, a  lo mejor,  comprende que a los demás también le pueden hacer daño. Y supe también que mi amigo Segundo estaba a punto de operarse. Me preocupó, le llamé y lo noté sereno. Me tranquilizó. También, ya no sé si el jueves o el viernes, A.R. me contó lo de su hijo Cefe. Y todas estas cosas me hicieron necesitar más tiempo ante el sagrario. Por qué será que en los momentos agrios encontramos siempre tiempo para endulzarnos con la oración. Si la sal pide agua, lo agrio pide dulce y la inquietud pide oración. 
   El fin de semana fue dulce otra vez. Disfruté con el Día del Vecino en Santa Cristina. Qué buena organización y qué buen ambiente entre los vecinos del municipio. Ese día me sentí de Agüimes. Creo que voy a solicitar la "doble nacionalidad": de Ingenio y de Agüimes, quién me lo iba a decir en aquellos tiempos en los que los niños nos insultábamos con lo de lagarteros y lo de cochineros y que tanto nos dolía. 
    Por la noche del mismo sábado me tocó hablar de san Juan Bautista de la Salle en Agüimes. Y disfruté hablando de él y recodando mis dos años en el colegio Jesús sacramentado cuando cantábamos aquello de "Tremolando la bandera, galopando el corazón, el Colegio de La salle entonemos la canción... Hice alusión, claro, al himno, al Hermano Tomás Jesús que me dio el empujoncito necesario  en lo vocacional, y a la labor de los Hermanos y de la Asociación. Disfruté todo el tiempo amasado con un poquito de nerviosismo porque predicar del santo de La salle me pedía contar algo de mi experiencia personal.
     Y el domingo, ayer, tampoco apenas nada agrio, porque nos fuimos a Teror desde las muy queridas parroquias de aquí y compartiendo con los buenos e inolvidables amigos de Tamaraceite. Salvo la lentitud de la comida, creo que a todo hay que ponerle sobresaliente: el número de participantes, la presencia de niños y jóvenes, la misa, el baile, los encuentros, las rifas... todo.
     Creo que lo dulce es mucho más. Pero ahí quedan, para avisarnos de que el camino no es siempre de rosas, la enfermedad, la negación a la fiesta del Carmen en Arinaga, la falta de entendimiento entre algunos catequistas o entre algunos curas con su obispo y algunos hijos con sus padres. Son las piedrillas que encontramos de camino hacia Teror, en el Camino de la Vida. Es el sabor agridulce. 

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