He tenido la suerte de ser pregonero de algunas fiestas populares en Lanzarote, Fuerteventura y Gran Canaria. Y ha sido esa una buena ocasión para cantar las bondades de pueblos y habitantes para mí muy queridos. También para expresar los sentimientos que uno tiene a poblaciones a las que ha estado unido por motivos diversos como Antigua, Tías, Ingenio o Melenara. Ahora, mi buen amigo Miguel Lantigua ha preparado un hermosísimo pregón para las fiestas de Dolores en Lanzarote y ha tenido el detalle de dármelo a leer. Por supuesto que no voy a desvelar lo que en él se dice. Hay que esperar al mes de septiembre que será cuando lo lea. Pero sí puedo adelantar que Miguel se manifiesta como un gran conocedor de Tinajo y sus pueblos cercanos y, lo que es más importante, admirador de todo el encanto de la tierra y la gente de allí.
A mí a veces me decepciona saber que, para determinadas fiestas, se designa a un pregonero que nada tiene que ver con lo que se va a pregonar. Se le elige porque tiene un cargo político o porque coincide ideológicamente con el partido que gobierna en el municipio. Qué puede pregonar de Piletas, por ejemplo, el Presidente de un gobierno que, seguramente nunca ha estado allí ni conoce a nadie de ese barrio. Acabará encargando a un subalterno para que le escriba unas líneas que se convierten en un discurso ajeno totalmente a la vida de la comunidad o lleno de falsedades. Es algo tan desacertado como encargar el Pregón de la Semana santa a un ateo o el del Carnaval a un benedictino.
Sólo se pregona de verdad lo que uno quiere, lo que sale del corazón. Para hablar de las playas de Gran Canaria no sirven unos presentadores de TV que nunca se han bañado en ellas. Y por eso su pregón o su programa, disgusta y hace daño. Los buenos pregones no se escriben desde los libros sino desde los sentimientos. Lástima que no caigamos en la cuenta de que todos podemos ser buenos pregoneros si dejamos que hable nuestra experiencia y nuestro corazón. A mí me sería fácil pregonar, por ejemplo, las fiestas del Pino de Arinaga. Pero podría también pregonar la bondad de Miryam, la madrileña que se arriesgó en Maspalomas para ayudar al bañista en apuros. O la generosidad de José Luis, el cura de La Atalaya de Guía, que pasa sus vacaciones sustituyendo a un compañero en Fuerteventura. O los valiosos esfuerzos de Pacuca para proteger la naturaleza reciclando plásticos y vidrio. Los pregones no son para que crezca la vanidad de nadie sino para animar a reconocer tanto bueno que hay y que tantas veces callamos. Reconocerlo, animarlo e imitarlo. La Biblia anima a pregonar las maravillas de Dios. El salmo de las misas de este domingo invita a gustar y ver qué bueno es el Señor. Como Miguel Lantigua con su pregón de los Dolores, también invito a alegrarnos de todo lo bueno nuestro y de los demás. Y a compartirlo para que otros también lo vean y lo saboreen. Hagamos cada día el pregón de nuestras playas, de nuestra gente solidaria, de nuestra artesanía y de todo lo que valoramos. Seamos los auténticos pregoneros de lo nuestro.
A mí a veces me decepciona saber que, para determinadas fiestas, se designa a un pregonero que nada tiene que ver con lo que se va a pregonar. Se le elige porque tiene un cargo político o porque coincide ideológicamente con el partido que gobierna en el municipio. Qué puede pregonar de Piletas, por ejemplo, el Presidente de un gobierno que, seguramente nunca ha estado allí ni conoce a nadie de ese barrio. Acabará encargando a un subalterno para que le escriba unas líneas que se convierten en un discurso ajeno totalmente a la vida de la comunidad o lleno de falsedades. Es algo tan desacertado como encargar el Pregón de la Semana santa a un ateo o el del Carnaval a un benedictino.
Sólo se pregona de verdad lo que uno quiere, lo que sale del corazón. Para hablar de las playas de Gran Canaria no sirven unos presentadores de TV que nunca se han bañado en ellas. Y por eso su pregón o su programa, disgusta y hace daño. Los buenos pregones no se escriben desde los libros sino desde los sentimientos. Lástima que no caigamos en la cuenta de que todos podemos ser buenos pregoneros si dejamos que hable nuestra experiencia y nuestro corazón. A mí me sería fácil pregonar, por ejemplo, las fiestas del Pino de Arinaga. Pero podría también pregonar la bondad de Miryam, la madrileña que se arriesgó en Maspalomas para ayudar al bañista en apuros. O la generosidad de José Luis, el cura de La Atalaya de Guía, que pasa sus vacaciones sustituyendo a un compañero en Fuerteventura. O los valiosos esfuerzos de Pacuca para proteger la naturaleza reciclando plásticos y vidrio. Los pregones no son para que crezca la vanidad de nadie sino para animar a reconocer tanto bueno que hay y que tantas veces callamos. Reconocerlo, animarlo e imitarlo. La Biblia anima a pregonar las maravillas de Dios. El salmo de las misas de este domingo invita a gustar y ver qué bueno es el Señor. Como Miguel Lantigua con su pregón de los Dolores, también invito a alegrarnos de todo lo bueno nuestro y de los demás. Y a compartirlo para que otros también lo vean y lo saboreen. Hagamos cada día el pregón de nuestras playas, de nuestra gente solidaria, de nuestra artesanía y de todo lo que valoramos. Seamos los auténticos pregoneros de lo nuestro.
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