viernes, 6 de marzo de 2015

YO TAMBIÉN ESTOY CABREADO Y QUIERO UN LÁTIGO

Escribe Paco Mira
YO TAMBIÉN ESTOY CABREADO Y QUIERO UN LÁTIGO

            Me estoy imaginando la escena: un hombre entra en el templo, mira a un lado y al otro, empieza a fruncir el ceño y cual sería su ira que empieza a tirar por el suelo todo aquello que no le convence, empezaría a empujar a todos los que se encontraban a su paso, me imagino que algún taco en arameo incluso diría y al final salió por la puerta cual elefante que entró en una cacharrería. ¡Cómo se quedaría la gente después de semejante imagen!

         Me da la impresión que este texto se ha utilizado con infinidad de intenciones y creo que hay una sola que lo justifica: nosotros somos templo de Dios, porque nos ama y nos hizo a su imagen y semejanza y por ello tenemos que respetarlo y que nos lo respeten. Cuerpo no tenemos más que uno y el cuidarlo supone tener más calidad de vida, en la vida y con la vida y si ésta viene de Dios a él tenemos que agradecerle su bondad.

         La cara de cabreado de Jesús, es la que de vez en cuando utiliza uno cuando no está de acuerdo con las cosas. Dios en el texto de hoy (Juan 2,13) nos pide cuidar el cuerpo, pero no solo cuidar el cuerpo sino denunciar a quien no lo cuida. Déjenme que me cabree conmigo mismo y con los que me rodean porque uno cuando ve las cosas no puede estar en conformidad con ello. Me ha maravillado que cuando los yihadistas mataron a 12 personas en Francia, la de la Igualdad, Libertad y Fraternidad, cerca de tres millones de personas se echaron a la calle como una muestra inequívoca de que hay que estar en contra de la violencia, sea de la forma que sea. Estoy por asegurar que en esa manifestación había franceses católicos y republicanos unidos por una causa común: no a la destrucción del cuerpo que para los cristianos es templo de Dios.

         Me resulta contradictorio, paradójico y me cabrea que un tiempo después han degollado a 21 cristianos coptos, recreándonos la escena en televisión y NADIE se echó a la calle para reivindicar lo mismo que con los doce caricaturistas: que la vida es inviolable y nadie tiene el derecho a arrebatarla. Hace un poco más de tiempo dos ciudadanos japoneses también fueron degollados, NADIE, se echó a la calle para estar en contra de la violencia. Todos los días, o casi, en Siria o en Libia o en África se prohíbe la libertad de culto o se queman iglesias y NADIE sale a la calle diciendo que los que creen en Jesús de Nazaret son hijos de Dios.

         ¡Yo también quiero un látigo!, pero un látigo para luchar contra la indiferencia y para reivindicar coherencia en los que nos llamamos cristianos. ¿Por qué en Francia sí y cuando degüellan a nuestros hermanos nos callamos la boca?.  Jesús les llamaba hipócritas, pues lo mismo que nos diría a nosotros hoy.

         Me resulta curioso que en aquella época los fariseos le pedían una muestra de cómo levantaría el templo destruido. Nosotros tenemos que dar la muestra de las bienaventuranzas: cuando damos pan, visitamos a los enfermos o desvalidos, cuando lloramos con los que sufren, cuando acompañamos a los desconsolados.... estamos edificando el templo de Dios. Los fariseos buscaban milagros, nosotros buscamos crucificados a quien amar, pobres a quienes levantar. Quiero gritar con la Iglesia, con mi Iglesia santa y a la vez humilde y pecadora, que si alguien nos pide signos para creer, le invitemos a que se acerquen a los pobres de este mundo, a los esclavos, a los niños explotados, a los inmigrantes que están detrás de las vallas. Mostremos al Cristo como el templo destruido del viernes santo, pero sobre todo mostremos el templo reconstruido y al Cristo de la Pascua.

         Amigos no nos cansemos de amar lo que encontramos destruido y de levantar lo que amamos. ¡Qué mejor templo que el de una mujer que trabaja por levantar el templo de su casa, de su familia, de los que le quieren y le aman!. Día de la mujer trabajadora, trabajemos por y con la justicia.
        
         Hasta la próxima.

         Paco Mira

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